lunes, 15 de enero de 2007

REPRIMIENDO A LOS DISIDENTES

El derecho a la crítica política es la base de un sistema democrático, sólo con la crítica los ciudadanos pueden controlar a quien ejerce el poder, sugerir cambios o decidirse por nuevas opciones. En democracia el poder no es de quien lo ejerce temporalmente, sino de la sociedad de la que emana. Estos principios tan básicos se olvidan a menudo en nuestra ciudad. No sólo por Alfredo el represor, sino incluso por los propios ciudadanos.
Que el señor Monteseirín o cualquier otra persona sea provisionalmente Alcalde de nuestra ciudad no le da poder para intimidar, silenciar o reprimir a quien disienta en cualquier punto de su gestión. Ya se sabe que a nuestros regidores les sientan fatal las críticas, lo que no debemos habituarnos a ver como normal es que intimiden sin motivo a cualquier voz crítica.
Sábado por la noche. Alameda de Hércules. Una decena de policías locales disfrazados de antidisturbios, estrenando como pavos reales sus escudos y cascos se pasean entre la poca gente que toma alguna copa fuera de los bares. Con modales impropios de quien debe servir a la ciudadanía echan a seis o siete personas que tienen vaso en las manos al interior de los locales. Los botellines de cerveza que encuentran con algún resto de líquido, los vacían. Esta vez no la toman con los grupos que simplemente pasean o charlan en la calle.
Un joven activista, indignado por la actitud chulesca y agresiva de los supuestos policías se coloca a su lado repartiendo a los ciudadanos octavillas donde se les informa de sus derechos. Mucha gente se acerca a recogerlas.
Un policía local, indignado, le exige el DNI. Cuando el muchacho pregunta para qué, le dice “para comprobar si tiene antecedentes”.
Los agentes de la autoridad, en nuestro sistema jurídico, sólo pueden exigir que se identifique a quien sospechen que pueda cometer un delito. La práctica de incluir en ese grupo a quien esté repartiendo octavillas críticas con el alcalde, la política municipal o los excesos de la policía local es inaceptable. Los señores disfrazados de robot que tanto desentonan en la ciudad tranquila están en verdad amedrentando y persiguiendo cualquier voz crítica. Se envalentonan, agraden con su tono de voz y su actitud amenazadora más allá de sus potestades de servicio.
Evidentemente, el máximo responsable –por acción por omisión- de esas actitudes contrarias a los derechos fundamentales es el Alcalde. Una vez más, Alfredo el represor se hace el dueño de las calles. Alfredo encarga informes policiales de quienes lo critican, exige o permite que se amedrente a cualquier opositor y sin duda cada día se vuelve más autoritario.
Mientras se lo permitamos.