martes, 16 de enero de 2007

ALAMEDA Y PRESUPUESTOS PARTICIPATIVOS

Frente a las palabras, los hechos. Y frente a explicaciones confusas, los carteles. Llegando ya las elecciones, las obras de destrucción de la Alameda de Hércules se han trufado de carteles anunciando un supuesto futuro rosa. La idea es que el ciudadano s epueda hacer una idea de cómo quedará la antigua Alameda, una vez reconvertida en una llanura de cemento. La reconstrucción virtual muestra un espacio de suelo amarillo que nunca existirá, porque los adoquines de cemento pintados de amarillo se vuelven grises al día siguiente de colocarse, evidentemente. Toda la almeda es, en el dibujo, puro cenmento. Hay huecos redondeados y reducidos para los árboles, que surgen del cemento como elementos minimalistas aislados. No hay una gota de verde, más allá de la copa de los árboles. Ni una pizca de tierra, ni un atisbo de planta...todo cemento.
El cemento amarillento se adorna con unos marmolillos tambien de cemento amarilleado que mojonean toda la plaza marcando carriles para el tráfico. Auténticamente horrorosos y inamovibles. Del mismo modo, el cartel se adorna con imágenes de los futuros usuarios de la alameda: señores con corbatas paseando solos y alguna familia con niños. Hace años, un amigo que venía de Madrid se maravillaba de las pocas corbatas que se ven en Sevilla. Pues se acabó, en la nueva alameda se podrá pasear con corbata. En mitad del cemento habrá un par de fuentes "planas" de las que no tienen cuba, d emanera que a veces algun distraido paseante se mete en ellas.
La alameda no la han convertido en un parque agradable, como hicieron con el Prado de San Sebastián. Ni se han pensado la posibilidad de dejar dos anchas aceras de cemento enlosado y respetar un paseo central verde, con plantas, tierra y aire, que es lo que habrían hecho en París (una de las capitales con más parques por metro cuadrado del mundo), en Copenhague o en cualquier sitio civilizado. Sólo cemento. Semipintado de amarillo, pero cemento.
Lo peor de esta atrocidad es que los carteles nos informan de que la obra se decidió en el proceso de presupuestos participativos. Nada podia ser más triste. Una idea tan atractiva, tan necesaria como los presupuestos participativos que al final se ha quedado en un bluf del que nadie se atreve a hablar. La oficina de los presupuestos ha gastado más dinero en autobombo y presumir que en promover auténticos mecanismos participativos. Atemorizados porque pudieran servir para bloquear sus políticas, las huestes de IU coparon esas asambleas semiclandestinas en las que se decidía todo. Han sido procesos poco participativos, sin suficiente inversión en promover la participación concreta y real en cada barrio, cobardes por miedo a los grupos de presión, vendidos a los chiringuitos de un partido que habla de democracia participativa pero vive en la dictadura estalinista (terrible ejercicio estalinista la manera de confeccionar sus listas al Ayuntamiento, por ejemplo).
Lo que se anunció como un proceso ilusionante por crear una ciudad más democrática, más igualitaria, con menos líderes y jerarquías se ha quedado en un ejercicio cosmético que sirve para justificar atrocidades como la de arrasar con la Alameda.